Susana García
“El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo (…)”
Eduardo Galeano. La Escuela del Mundo al Revés.
Ahora, en un momento de pausa, después de dos meses intensísimos, en los que a marchas forzadas me he tenido que poner al día de cómo es un ayuntamiento por dentro, puedo tomarme un respiro, reflexionar y contaros como está viviendo una concejala “novata” su entrada en el Ayuntamiento de Móstoles.
Mientras escribo estas primeras líneas, un torbellino de emociones y pensamientos, pugnan por tener el privilegio de ser plasmados en papel, pero es imposible ponerlos todos. Esperanza, ilusión, confianza, indignación, tristeza. Estas son algunas emociones. Pensamientos también hay muchos pero me quedo tan solo con uno: Un ayuntamiento al revés.
He entrado en un ayuntamiento donde no se ha premiado el esfuerzo ni el trabajo bien hecho, sino el amiguismo, el peloteo y ser de una determinada ideología. Un ayuntamiento que ha cedido suelo público, suelo de todos los mostoleños y mostoleñas, para intereses privados. Un ayuntamiento que ha emprendido obras faraónicas muy muy costosas que están paradas. Un ayuntamiento que ha estado dando miles de palmaditas en la espalda a asociaciones y colectivos de Móstoles, que se han tenido que contentar durante muchos años con promesas incumplidas y alguna que otra migaja. He entrado en un ayuntamiento que solo ha escuchado algunas voces, las de los grandes, mientras que las de la mayoría de la ciudadanía aún están por escuchar. Y decían que ponían el acento en las personas…
¿Os cuento detalles? He entrado en un ayuntamiento donde las mujeres residentes del Centro de Emergencia para Víctimas de Violencia Machista tenían prohibido comprar una tarta para celebrar el cumpleaños de sus hijos e hijas. Donde una persona en silla de ruedas, enferma de esclerosis múltiple, que actuaba en un evento de su asociación, tuvo que ser izada al escenario de un centro cultural y permanecer detrás de las cortinas cuando acabó su actuación, porque para subir y bajar al escenario de un centro cultural en un Móstoles del siglo XXI hay escaleras. Donde tardan un año en gestionar una devolución de un impuesto cuando un vecino ha pagado de más. Donde tardan la friolera de tres meses en abonar una ayuda de emergencia a una familia en situación crítica, porque el papeleo se atasca en un departamento. Donde el criterio de igualdad entre los trabajadores del Ayuntamiento no existe porque los de siempre han tenido asignada plaza de parking en el garaje del Ayuntamiento y otros no han tenido nunca ni siquiera la oportunidad. Un ayuntamiento donde un perro malherido es llevado un viernes por la tarde a la perrera municipal… perdón, al Centro de Acogida Municipal para Animales Abandonados y permanece sin atender hasta el lunes que llega el veterinario; eso si tiene la suerte de que el veterinario no esté de vacaciones. Claro que si el acento no lo han puesto en las personas, en los animales…
Estos son solo unos pocos ejemplos de cómo ha estado funcionando el Ayuntamiento en el que he entrado. Hay muchísimos más. Y aunque a veces me faltan manos y horas al día y la labor que tenemos por delante para poner cada cosa en su lugar es ardua, la ilusión, el empeño y el interés están por encima de cualquier obstáculo y los agradecimientos que estamos recibiendo de la gente, simplemente porque se sienten escuchados de verdad, nos hacen imparables.